La ciudad restante

Con sus ojos redondos de impresión, ella observaba cómo los santos le arrojaban piedras a las prostitutas. De inmediato, Alexis Sastre tomó una foto del suceso y anotó con acuarela varias cosas en su pequeña libreta. Enseguida, se dirigió indignada hacia ellos para arrancarles los halos a tirones y dárselos a las trabajadoras nocturnas. Cuando estaba a punto de parar la escena, el alcalde de la ciudad se interpuso.

— ¿Quién se cree que es? —dijo la autoridad con los resultados de la última elección en la mano con las marcas oficiales del gobierno.

— ¿Qué le está haciendo a estas pobres mujeres? —respondió con furia la periodista en jefe del “Quintil Quisquilloso”.— Detenga esta actividad en este preciso instante —exigió. El político se dio cuenta de que ella era la enviada del Nuevo Mundo con el objetivo de hacer el registro de las ciudades que formaban parte del Viejo Mundo.

— Disculpe, la confundí con otra persona. Lamentablemente, este deporte es típico de nuestra ciudad y es tan sagrado como los hombres que lo están jugando. Descuide, está a punto de terminar. Mire —las prostitutas salieron del corral y caminaron por una línea roja hacia sus hogares; los santos volaron hacia el cielo para descansar sus manos de la dura jornada.— Por favor, hagamos el recorrido de la ciudad. —Con un aire muy profesional, ella acompañó al líder público que todavía sostenía el documento que probaba la legitimidad de su cargo.

A medida que caminaban, las casas aparecían en fila una por una, todas éstas tenían un mural con los contratos de arriendo o de propiedad y todas las cuentas que debían pagar. Sorprendida, tomó fotos de todos los hogares y sus cuentas, además de distintas notas. Cuando movió la cabeza para preguntarle al alcalde, notó que junto a él caminaba un hombrecillo con traje.

— ¿Y él?

— Uno de los dos mil quinientos sesenta tres notarios que habitan nuestra querida ciudad. Ellos tienen la ardua labor de registrar y filmar cada conversación que esté siendo llevada a cabo. De esta forma todo queda documentado. Disculpe mucho las molestias, solo ignórelo —requirió el mayor. A pesar de que ella aceptó, escribió todo en las hojas que tanto apreciaba.

A lo lejos se escuchaban los gritos más horribles que retumbaran sobre la tierra; con mucha rapidez la joven corrió hacia el sonido. Tres niños le devoraban la cara a sus padres que como cuervos brincaban sobre sus cuerpos emocionados por el festín. De nuevo, intentó detener la horrible escena pero el alcalde se interpuso y le mostró el papel que legaliza todo este acto. La incitó a calmarse y le aseguró que esto era un castigo justo para los padres por criar cuervos. Muy enojada, sacó su set de pinceles y acrílicos para retratar la escena en un pequeño cuadro (que después fue expuesto en la sede principal del periódico) y una grabadora para guardar los gritos en audio (también disponibles en la sede).

Mientras ella guardaba su obra de arte, un enorme escándalo se acercaba hacia ellos con una impresionante rapidez. Noventa y nueve pajarracos volaban por la ciudad y tras ellos un hombre corría con un pájaro en la mano, buscando atrapar al resto. Alexis miró al alcalde pidiendo explicaciones; él dijo que era una actividad patriótica que llevaba dos mil años sin ser interrumpida. De su bolso, la titulada sacó una cámara de vídeo para grabar la interminable persecución.

La ciudad estaba atestada de los más impensables hechos, desde los más crueles hasta los más ridículos. Cada vez que la autoridad era confrontada, ésta justificaba los hechos diciendo que eran típicos, intrínsecos, patrióticos, nacionales y folclóricos. Además, tenía los documentos que permitían su ejecución firmados por él mismo. El pulpo que llevaba en su bolsillo para recargar tinta estaba seco de tanto ser exprimido, así que la periodista decidió que su trabajo estaba hecho.

Se despidió del alcalde, le robó los papeles al notario y nunca más volvió a la ciudad. Dos días después, un cerco gigante estaba puesto alrededor de la metrópolis con muchos letreros que impedían su entrada hasta nuevo aviso. Dos noches más tarde, llegó un trabajador público del Nuevo Mundo vistiendo un traje radioactivo con un montón de papeles legalizados que mostraría a los habitantes para así convencerlos de cambiar su estilo de vida.

N.F.

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